La mujer que me habita, la que sabe, me dice cuándo es el momento de la retirada. Me hablan mis ancestras. Me guían. Y me empujan al borde de los precipicios. - Salta! - gritan. Y si no salto me asfixian. La mujer que me habita sabe cuándo salir corriendo. Sabe dónde me comen y dónde como yo. Y me habla bajito cuando duermo contándome cómo soltar las cadenas. Canta la loba en mi vientre canciones de salir corriendo. Hay un tambor en mi centro que se pone a vibrar cuando llego vacía de todo, menos de mí. Hay una serpiente en la tierra que se despierta y me busca cuando lo que elijo me enferma. No hay tiempo. Es ahora, o nunca. Ha llegado el momento de mirar a la cara a la bruja. Y dejarle pasar. Apartarse y morir. Morir a lo viejo. A la mentira. Lo conocido. La mujer a medias. La enferma. La que ama a medias y vive a medias. Y da a medias. Y a medias se queda. Yo te muero, mujer. Para revivirte de nuevo y darte el espacio que de verdad ocupas en el mundo. El lugar que te corresponde. No importa ese camino que te desaparece a cada paso que das ahora. No importa que no veas sendero delante de ti, mujer. Avanza a oscuras con los ojos muy abiertos! Huele a tus abuelas! Y date cuenta de que CONOCES EL CAMINO. Porque ya fuiste antes! Porque ya fuiste antes, mujer. Ve, que no vas sola.
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