domingo, 11 de septiembre de 2016

Tormentoso silencio

Es el silencio que crece nuevamente
como un agujero negro en mi pecho,
es él la sombra que oscurece mi mente.
Otra vez el silencio. Otra vez el vacío de palabras.
Ya no hay nada que decir.
Sólo callar, callar.
Todo esta dicho.
No busques respuestas,
no hay nada que pueda explicar esta herida,
herida que elijo, ¿elijo?
como si el pasado no fuera el amo de las riendas.
Nada de mi elige libremente ya.
No hay lugar para el amor.
¿Amo-r? No, ya no es más mi amo,
ya ha dejado de guiarme a sus abismos,
a esas profundidades que tanto amé,
tantos saltos al vacío en su nombre,
¿Cuántas paredes chocamos?
En este corazón no quedan rastros de valentía,
no quiere nada más que el silencio,
aturdirse en el silencio.
¿Por qué esta desgracia?
¿Por qué no esta desgracia?
Has nacido para dolerte, para dolerse.
Encontraste el mártir de tu historia,
lo coronaste, y te dejó caer.
¿Cuántas llagas en nombre del amor?
¿Por qué ya no amas, ya no te amas?
Sólo te aferras al dolor incesante de tus huesos,
sientes su respiración y quieres entregarte,
arrojarte a la desolación,
abrazar la muerte,
acaso ¿sólo a ella amas?
Todo lo que vibra en tu médula
es una nueva entrega a la tortura,
a esa necesidad de sentirte sola,
huérfana,
como cuando eras niña.
Una vez más,
vuelves a ese tormento,
recuerdas cuando te dejaron sola,
cuando nadie cuidó de ti

y tu cuerpo se convirtió
en una ofrenda para los monstruos.
Otra vez la niña llora.
Otra vez la niña sola.
Nadie sabrá de tu dolor otra vez.
Oh el silencio.