lunes, 21 de febrero de 2011

Capítulo 21

Cada vez iré sintiendo menos y recordando más, pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el discurso, adelantándose solapados a la cosa en sí, al presente puro, entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se vuelve vicario, la cara que mira hacia atrás abre grandes los ojos, la verdadera cara se borra poco a poco como en las viejas fotos y Jano es de golpe cualquiera de nosotros. Todo esto se lo voy diciendo a Crevel pero es con la Maga que hablo, ahora que estamos tan lejos. Y no le hablo con las palabras que sólo han servido para no entendernos, ahora que ya es tarde empiezo a elegir otras, las de ella, las envueltas en eso que ella comprende y que no tiene nombre, auras y tensiones que crispan el aire entre dos cuerpos y llenan de polvo de oro una habitación o un verso. ¿Pero no hemos vivido así todo el tiempo, lacerándonos dulcemente? No, no hemos vivido así, ella hubiera querido pero una vez más yo volví a sentar el falso orden que disimula el caos, a fingir que me entregaba a una vida profunda de la que sólo tocaba el agua terrible con la punta de pie. Hay ríos metafísicos, ella los nada como esa golondrina está nadando en el aire, girando alucinada en torno al campanario, dejándose caer para levantarse mejor con el impulso. Yo describo y defino y deseo esos ríos, ella los nada. Yo los busco, los encuentro, los miro desde el puente, ella los nada. Y no lo sabe, igualita a la golondrina. No necesita saber como yo, puede vivir en el desorden sin que ninguna conciencia de orden la retenga. Ese desorden que es un orden misterioso, esa bohemia del cuerpo y el alma que le abre de par en par las verdaderas puertas. Su vida no es desorden más que para mí, enterrado en perjuicios que desprecio y respeto al mismo tiempo. Yo, condenado a ser absuelto irremediablemente por la Maga que me juzga sin saberlo. Ah, dejame entrar, dejame ver algún día como ven tus ojos.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Las formas del engaño

De entre todas las vidas que una vida puede encerrar, tú y yo nunca escogimos precisamente aquella que podría habernos hecho odiar todas las otras, esa que hubiera sido sólo nuestra.  Pero quizás la vida no se escoge y es ella quien elige. O es el azar quien le da una medida a nuestros sueños y los cumple o los niega sin destino, con una sorda y terca voluntad que sólo de sí sabe, a pesar nuestro. O quizá es una forma de destino lo que ahí se nos muestra obscuramente, y en el pasado esté nuestro futuro definitivo ya, antes de escrito, aunque no acierte el alma a descifrarlo, pues el tiempo lo cifra y ella es tiempo. O más sencillamente, acaso sea todo esto cuestión de cobardía y nuestro amor, posible o imposible, una educada forma de engañarnos.

jueves, 10 de febrero de 2011

El deseo a flor de piel

Los besos que se derraman por todo el cuerpo suelen ser peligrosos, suelen deslizar la ropa que se interpone entre el cuerpo y los besos, suelen erizar la piel dejando al descubierto el deseo, que inútilmente intenta esconderse en el cuerpo tenso de miedo. Y es aquí cuando inicia el peligro, cuando comienzo a besar tu piel desnuda, y a acariciar tu cuerpo, cuando mi boca busca a tu boca para beber de vos, cuando deseo que seas parte de mi...


Es más, te perdono...

martes, 8 de febrero de 2011

Una carta de amor

Todo lo que de vos quisiera es tan poco en el fondo porque en el fondo es todo, como un perro que pasa, una colina, esas cosas de nada, cotidianas, espiga y cabellera y dos terrones, el olor de tu cuerpo, lo que decís de cualquier cosa, conmigo o contra mía, todo eso es tan poco, yo lo quiero de vos porque te quiero. Que mires más allá de mí, que me ames con violenta prescindencia del mañana, que el grito de tu entrega se estrelle en la cara de un jefe de oficina, y que el placer que juntos inventamos sea otro signo de la libertad.

viernes, 4 de febrero de 2011

Bendición de Dragón


Que las lluvias que te mojen sean suaves y cálidas.
Que el viento llegue lleno del perfume de las flores.
Que los ríos te sean propicios y corran para el lado que quieras navegar.
Que las nubes cubran el sol cuando estés solo en el desierto.
Que los desiertos se llenen de árboles cuando los quieras atravesar. O que encuentres esas plantas mágicas que guardan en su raíz el agua que hace.
Que el frío y la nieve lleguen cuando estés en una cueva tibia.
Qué nunca te falte el fuego.
Que nunca, te falte el agua.
Que nunca te falte el amor.
Tal vez el fuego se pueda prender.
Tal vez el agua pueda caer del cielo.
Si te falta el amor no hay agua ni que alcancen para seguir viviendo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

Mendiga voz

Y aún me atrevo a amar el sonido de la luz en una hora muerta, el color del tiempo en un muro abandonado. En mi mirada lo he perdido todo. Es tan lejos pedir. Tan cerca saber que no hay.