martes, 28 de septiembre de 2010

Cinco últimos poemas para Cris


I
Ahora escribo pájaros. No los veo venir, no los elijo, de golpe están ahí, son esto, una bandada de palabras posándose una a una en los alambres de la página, chirriando, picoteando, lluvia de alas y yo sin pan que darles,solamente dejándolos venir. Tal vez sea eso un árbol o tal vez el amor.
II
Anoche te soñé sacerdotisa de Sekhmet, la diosa leontocéfala. Ella desnuda en pórfido, tú tersa piel desnuda. ¿Qué ofrenda le tendías a la deidad salvaje que miraba a través de tu mirada un horizonte eterno e implacable? La taza de tus manos contenía la libación secreta, lágrimas o tu sangre menstrual, o tu saliva. En todo caso no era semen y mi sueño sabía que la ofrenda sería rechazada con un lento rugido desdeñoso tal como desde siempre lo habías esperado. Después, quizá, ya no lo sé, las garras en tus senos, colmándote.
III
Nunca sabré por qué tu lengua entró en mi boca cuando nos despedimos en tu hotel después de un amistoso recorrer la ciudad y un ajuste preciso de distancias. Creí por un momento que me dabas una cita futura, que abrías una tierra de nadie, un interregno donde alcanzar tu minucioso musgo. Circundada de amigas me besaste, yo la excepción, el monstruo, y tú la transgresora murmurante. Vaya a saber a quién besabas, de quién te despedías. Fui el vicario feliz de un solo instante, el que a veces encuentra en su saliva un breve gusto a madre selva bajo cielos australes.
IV
Quisiera ser Tiresias esta noche y en una lenta espera boca abajo recibirte y gemir bajo tus látigos y tus tibias medusas. Sabiendo que es la hora de la metamorfosis recurrente, y que al bajar al vórtice de espumaste abrirías llorando, dulcemente empalada. Para volver despuésa tu imperioso reino de falanges, al cerco de tu piel, tus pulpos húmedos, hasta arrastrarnos juntos
y alcanzar abrazados las arenas del sueño. Pero no soy Tiresias, tan sólo el unicornio que busca el agua de tus manos y encuentra entre los belfos un puñado de sal.
V
No te voy a cansar con más poemas. Digamos que te dije nubes, tijeras, barriletes, lápices, y acaso alguna vez te sonreíste.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Pena de Dragón

Larga y negra es la pena de un dragón. Nunca se sabe de dónde le viene la pena, pero cuando llega, el mundo se oscurece y todos creen que hubo un eclipse, de repente el sol queda tapado y los pájaros dejan de cantar. Porque el tamaño de la pena de un dragón es igual al tamaño del sol, y la pena vuela y se instala justo allí, en ese lugar donde estaba la luz. Entonces los pájaros dejan de cantar y se esconden en sus nidos, las flores se cierran suavemente, confundidas, y las hormigas se van a la cueva más honda, con un desasosiego que las hace chocar unas contra otras equivocando su camino. Nadie puede saber cuándo les llega la pena a los dragones. Ellos tampoco. Simplemente, en algún momento, los invade una sensación de estar equivocados, de estar en un lugar que no es su lugar. Entonces los cubre la pena, como una sombra larga, amarga, y su enorme corazón de dragón hace un ruido de ríos que desbordan, de vientos de furia que pasan arrasando los árboles y desgastando las montañas. Mucho tiempo dura la pena de un dragón. Por lo menos a ellos les parece un tiempo muy largo y muy lento. Pero no debe ser cierto. Si fuera cierto el mundo se terminaría, porque no puede estar cien años en la oscuridad. Porque ése es el tiempo que creen los dragones que les dura la pena. Tal vez no sea sino un pequeño rato del tamaño de un suspiro, pero ellos sienten que una pena tan enorme tiene que durar un tiempo tan enorme. Los dragones, que saben muchas cosas, no tienen una medida exacta del tiempo de afuera y del tiempo de adentro de su corazón.

viernes, 10 de septiembre de 2010

co-razones

Porque tengo más deudas con su espalda de las que nadie tendrá jamás con la luna (y mira que hay tontos enamorados en este mundo).