Cuando empezamos a ver el vacío como el principio de infinitas oportunidades, podemos entender al desapego como proceso natural de la vida. Hay una ley del universo, la ley del vacío, que dice “Es preciso crear un espacio, un vacío, para que las cosas nuevas lleguen a tu vida”, por más simple que nos suene esta afirmación, a veces no nos es tan fácil ponerla en práctica, ¿Cuántas veces guardamos cosas que ya no usamos, sólo por no desapegarnos de ellas? Y así, en todos los aspectos de nuestra vida. Por más paradójico que suene, la fuerza del vacío atrae todo lo que necesitamos para nuestra existencia. Para atraer la prosperidad, es necesario hacer espacio para recibirla. A veces el apego a cosas, situaciones, personas, recuerdos, no está relacionado al querer, sino al miedo, miedo al dolor, a la soledad, al cambio, a la carencia. El miedo nos ata a aquello que ya no necesitamos, y bloquea todas las posibilidades de que algo nuevo entre a nuestra vida. Empecemos a desbloquear esa energía que nos estanca y a hacerla circular, a soltar para recibir, cuando fluye esta energía, fluye la abundancia.
"Es necesario hacer un mundo nuevo. Un mundo donde quepan muchos mundos, donde quepan todos los mundos"
jueves, 24 de julio de 2014
miércoles, 23 de julio de 2014
La próxima vez
La próxima vez te aseguro será muy distinto,
todo será diferente la próxima vez.
No pienso entregarme atado de pies y de manos,
nada de ojos vendados la próxima vez.
La próxima vez que me líe seré superfrío,
seré escurridizo, distante y calculador.
Le daré una de cal y otra de arena
para que sepa que nadie se instala en mi corazón.
En casa habrá un solitario cepillo de dientes,
despatarrado en la cama diré "qué placer".
Nada de escenas de celos ni de explicaciones,
nada de yo soy tu hombre y tú mi mujer.
La próxima vez mantendré una distancia prudente,
será un intercambio pactado, placer por placer.
Llevaré a mi corazón con la rienda muy corta,
no sea que se me desboque y se lance a correr.
La próxima vez mostraré un frente ultracompacto,
seré reservado hasta el punto de la instrospección,
lacónico, hermético, dueño de mi silencio...
mejor no darle al enemigo información.
Palabras bonitas, ok, pero con cuentagotas.
Regalos sorpresa... tal vez una lata de atún,
porque no quiero volver a pasar por lo que estoy pasando,
no quiero acabar con el alma al nivel del betún.
La próxima vez... La próxima vez...
¿Pero a quien, a quien, a quien quiero engañar?
Sé que voy a volver a caer en la trampa más dulce y mortal,
porque así es mi manera de ser me voy a volver a enamorar.
lunes, 21 de julio de 2014
Retirada inmediata
La mujer que me habita, la que sabe, me dice cuándo es el momento de la retirada. Me hablan mis ancestras. Me guían. Y me empujan al borde de los precipicios. - Salta! - gritan. Y si no salto me asfixian. La mujer que me habita sabe cuándo salir corriendo. Sabe dónde me comen y dónde como yo. Y me habla bajito cuando duermo contándome cómo soltar las cadenas. Canta la loba en mi vientre canciones de salir corriendo. Hay un tambor en mi centro que se pone a vibrar cuando llego vacía de todo, menos de mí. Hay una serpiente en la tierra que se despierta y me busca cuando lo que elijo me enferma. No hay tiempo. Es ahora, o nunca. Ha llegado el momento de mirar a la cara a la bruja. Y dejarle pasar. Apartarse y morir. Morir a lo viejo. A la mentira. Lo conocido. La mujer a medias. La enferma. La que ama a medias y vive a medias. Y da a medias. Y a medias se queda. Yo te muero, mujer. Para revivirte de nuevo y darte el espacio que de verdad ocupas en el mundo. El lugar que te corresponde. No importa ese camino que te desaparece a cada paso que das ahora. No importa que no veas sendero delante de ti, mujer. Avanza a oscuras con los ojos muy abiertos! Huele a tus abuelas! Y date cuenta de que CONOCES EL CAMINO. Porque ya fuiste antes! Porque ya fuiste antes, mujer. Ve, que no vas sola.
domingo, 20 de julio de 2014
Es infinita esta riqueza abandonada.
Esta mano no es la mano ni la piel de su alegría
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas
remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos
de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío
no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada.
al fondo de las calles encuentras siempre otro cielo
tras el cielo hay siempre otra hierba playas distintas
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
nunca supongas que la espuma del alba se ha extinguido
después del rostro hay otro rostro
tras la marcha de tu amante hay otra marcha
tras el canto un nuevo roce se prolonga
y las madrugadas esconden abecedarios inauditos islas
remotas
siempre será así
algunas veces tu sueño cree haberlo dicho todo
pero otro sueño se levanta y no es el mismo
entonces tú vuelves a las manos al corazón de todos
de cualquiera
no eres el mismo no son los mismos
otros saben la palabra tú la ignoras
otros saben olvidar los hechos innecesarios
y levantan su pulgar han olvidado
tú has de volver no importa tu fracaso
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada
y cada gesto cada forma de amor o de reproche
entre las últimas risas el dolor y los comienzos
encontrará el agrio viento y las estrellas vencidas
una máscara de abedul presagia la visión
has querido ver
en el fondo del día lo has conseguido algunas veces
el río llega a los dioses
sube murmullos lejanos a la claridad del sol
amenazas
resplandor en frío
no esperas nada
sino la ruta del sol y de la pena
nunca terminará es infinita esta riqueza abandonada.
martes, 15 de julio de 2014
Carta de una anarquista sobre el amor escrita en 1928
“Querido camarada:
“El motivo de la presente es, principalmente, consultarlo. Tenemos que actuar, en todos los momentos de la vida, de acuerdo a nuestro modo de ver y de pensar, de manera que los reproches o las críticas de otra gente encuentren a nuestra individualidad protegida por los más sanos conceptos de responsabilidad y libertad en una muralla sólida que haga fracasar a esos ataques. Por eso debemos ser consecuentes con nuestras ideas.
“Mi caso, camarada, pertenece al orden amoroso. Soy una joven estudiante que cree en la vida nueva. Creo que, gracias a nuestra libre acción, individual o colectiva, podremos llegar a un futuro de amor, de fraternidad y de igualdad. Deseo para todos lo que deseo para mí: la libertad de actuar, de amar, de pensar. Es decir, deseo la anarquía para toda la humanidad. Creo que para alcanzarla debemos hacer la revolución social. Pero también soy de la opinión que para llegar a esa revolución es necesario liberarse de toda clase de prejuicios, convencionalismos, falsedades morales y códigos absurdos. Y,en espera de que estalle la gran revolución, debemos cumplir esa obra en todas las acciones de nuestra existencia. Para que esa revolución llegue, por otra parte, no hay que contentarse con esperar sino que se hace necesaria nuestra acción cotidiana. Allí donde sea posible, debemos interpretar el punto de vista anarquista y, consecuentemente, humano.
“En el amor, por ejemplo, no aguardaremos la revolución. Y nos uniremos libremente, despreciando los prejuicios, las barreras, las innumerables mentiras que se nos oponen como obstáculos. He conocido a un hombre, un camarada de ideas. Según las leyes burguesas, él está ‘casado’. Se ha unido a una mujer como consecuencia de una circunstancia pueril, sin amor. En ese momento no conocía nuestras ideas. Empero, él vivió con esa mujer varios años y nacieron hijos. Al vivir junto a ella, no experimentó la satisfacción que hubiera sentido con un ser amado. La vida se volvió fastidiosa, el único medio que unía a los dos seres eran los niños.“Todavía adolescente, ese hombre toma conocimiento con nuestras ideas y nace en él una conciencia. Se convierte en un valiente militante. Se consagra con ardor y con inteligencia a la propaganda. Todo su amor no dirigido a una persona lo ofrenda a su ideal. En el hogar, mientras tanto, la vida continúa con su monotonía, alterada solamente por la alegría de sus pequeños hijos. Ocurrió que las circunstancias nos hicieron encontrar al principio como compañeros de ideas. Nos hablamos, simpatizamos y aprendimos a conocernos. Así fue naciendo nuestro amor. Creímos, al principio, que sería imposible. Él, que había amado sólo en sueños, y yo, que hacía mi entrada a la vida. Cada uno continuó viviendo entre la duda y el amor. El destino –o más bien el amor– hizo lo demás. Abrimos nuestros corazones, y nuestro amor y nuestra felicidad comenzaron a entonar su canción en medio de la lucha y del ideal, que más impulso les dieron aún. Y nuestros ojos, nuestros labios, nuestros corazones se expresaron en la conjuración mágica de un primer beso. Nosotros idealizamos el amor pero llevándolo a la realidad. El amor libre que no conoce barreras ni obstáculos. Esa fuerza creadora que transporta a dos seres por un camino florido, tapizado de rosas –y algunas veces de espinas–pero donde se encuentra siempre la felicidad.
“¿Es que acaso todo el universo no se convierte en un edén cuando dos seres se aman?
“También su mujer –a pesar de su relativo conocimiento–simpatiza con nuestras ideas. Últimamente ella dio pruebas de desprecio hacia los sicarios del orden burgués cuando la policía comenzó a perseguir a mi amigo. Fue así como la esposa de mi compañero y yo hemos llegado a ser amigas. Ella no ignora nada de lo que representa para mí el hombre que vivía a su lado. El sentimiento de afecto fraternal que existía entre ellos le permitió a él confiárselo a ella. Por otra parte, él le dio libertad de actuar como ella lo deseara, tal como corresponde a todo anarquista consciente. Hasta este momento, a decir verdad, hemos vivido una verdadera novela. Nuestro amor se intensificó cada vez más. No podemos vivir completamente en común dada la situación política de mi amigo y el hecho de que debo terminar con mis estudios. Nos encontramos muy seguido en diversos lugares. ¿No es acaso ésa la mejor manera de sublimar el amor alejándolo de las preocupaciones de la vida doméstica? Aunque estoy segura que cuando existe el verdaderoamor, lo más bello es el vivir juntos.
“Esto es lo que quería explicar. Pero he aquí que algunos se han erigido en jueces. Y éstos no se encuentran tanto en la gente común sino más bien entre los compañeros de ideas que se tienen a sí mismos como libres de prejuicios, pero que en el fondo son intolerantes. Uno de ellos sostiene que nuestro amor es una locura; otro señala que la esposa de mi amigo juega el papel de ‘mártir’, pese a que ella no ignora nada de lo que nos concierne, es dueña de su persona y goza de su libertad. Un tercero levanta el ridículo obstáculo económico. Yo soy independiente,como lo es mi amigo. Según todas las probabilidades,me crearé una situación económica personal que me liberará de todas las inquietudes en ese sentido.
“Además, la cuestión de los hijos. ¿Qué tienen que ver los hijos con los sentimientos del corazón? ¿Por qué un hombre que tiene hijos no puede amar? Es como si se dijera que un padre de familia no puede trabajar por la idea, hacer propaganda, etc. ¿Qué prueba puede hacer creer que esos pequeños seres serán olvidados porque su padre me ama? Si el padre olvidara a sus hijos merecería mi desprecio y no existiría más el amor entre nosotros.
“Aquí, en Buenos Aires, ciertos camaradas tienen del amor libre una idea verdaderamente exigua. Se imaginan que sólo consiste en cohabitar sin estar casados legalmente y, mientras tanto, en sus hogares siguen perdurando todas las ridiculeces y los prejuicios que son propios de los ignorantes. En la sociedad burguesa también existe esa clase de uniones que ignoran al registro civil y al cura. ¿Es acaso eso el amor libre?
“Por último, se critica nuestra diferencia de edad simplemente porque yo tengo 16 años y mi amigo 26. Unos me acusan de perseguir una operación comercial; otros me califican de inconsciente. ¡Ah, esos pontífices del anarquismo! ¡Hacer intervenir en el amor el problema de la edad! ¡Como si no fuera suficiente que el cerebro razone para que una persona sea responsable de sus actos! Por otra parte, es un problema mío y si la diferencia de edad no me importa nada a mí, ¿por qué tiene que importarle a los demás? Lo que quiero y amo es la juventud del espíritu, que es eterna.
“Hay también aquellos que nos tratan de degenerados, de enfermos y de otros calificativos de la misma especie. A todos ellos les contesto: ¿por qué? ¿Porque nosotros vivimos la vida en su verdadero sentido, porque rendimos un culto libre al amor? ¿Porque igual a los pájaros que alegran los paseos y los jardines nos amamos sin importarnos los códigos o las falsas morales? ¿Porque somos fieles a nuestros ideales? Yo desprecio a todos los que no pueden comprender lo que es saber amar.
“El amor verdadero es puro. Es un sol cuyos rayos enceguecen a aquellos que no pueden escalar las alturas. A la vida hay que vivirla libremente. Rindamos a la belleza, a los placeres del espíritu, al amor, el culto que ellos se merecen.
“Esto es todo, camarada. Quisiera su opinión sobre mi caso. Sé bien lo que hago y no tengo necesidad de ser aprobada o aplazada. Sólo que al haber leído muchos de sus artículos y al estar de acuerdo con varios puntos de vista, me pondría contenta de conocer su opinión.”
América Scarfó tenía 16 años cuando escribió esta carta, y el amor al que hace referencia no es otro que el de Severino di Giovanni. Acerca de la relación entre ambos, puede consultarse a Bayer, Osvaldo, Severino di Giovanni. El idealista de la violencia, Planeta, Buenos Aires, 1999. Allí, Bayer dice que antes de la carta, “una borrasca había enturbiado la relación de Severino y América. Las críticas de los compañeros, los impedimentos casi insalvables para continuar la relación, su propia situación familiar hacen crisis en América, quien le hará reproches a Severino y le dirá que termina con la relación… Como típica reyerta de enamorados, el reencuentro borrará todo slos problemas y sellará la unión con más fuerza. De ese reencuentro saldrá la carta de América para L’en dehors. Que era una especie de acta que oficializaba los sentimientos hasta ahora retenidos en la intimidad”. Bajo el título de Una experiencia, la carta fue publicada en L’en dehors el 20 de enero de 1929, junto con la respuesta de E. Armand: “Compañera: mi opinión importa poco en la materia de lo que me transmites sobre lo que haces. ¿Estás de acuerdo íntimamente con tu concepción personal de la vida anarquista o no estás de acuerdo? Si estás de acuerdo, ignora los comentarios e insultos de los otros y continúa tu camino. Nadie tiene el derecho de poder juzgar vuestra forma de conducirte, aunen el caso que la esposa de tu amigo fuera hostil a esas relaciones. Toda mujer unida a un anarquista (o viceversa) sabe muy bien que no deberá ejercer sobre él o sufrir de parte de él una dominación de cualquier orden”.
“El motivo de la presente es, principalmente, consultarlo. Tenemos que actuar, en todos los momentos de la vida, de acuerdo a nuestro modo de ver y de pensar, de manera que los reproches o las críticas de otra gente encuentren a nuestra individualidad protegida por los más sanos conceptos de responsabilidad y libertad en una muralla sólida que haga fracasar a esos ataques. Por eso debemos ser consecuentes con nuestras ideas.
“Mi caso, camarada, pertenece al orden amoroso. Soy una joven estudiante que cree en la vida nueva. Creo que, gracias a nuestra libre acción, individual o colectiva, podremos llegar a un futuro de amor, de fraternidad y de igualdad. Deseo para todos lo que deseo para mí: la libertad de actuar, de amar, de pensar. Es decir, deseo la anarquía para toda la humanidad. Creo que para alcanzarla debemos hacer la revolución social. Pero también soy de la opinión que para llegar a esa revolución es necesario liberarse de toda clase de prejuicios, convencionalismos, falsedades morales y códigos absurdos. Y,en espera de que estalle la gran revolución, debemos cumplir esa obra en todas las acciones de nuestra existencia. Para que esa revolución llegue, por otra parte, no hay que contentarse con esperar sino que se hace necesaria nuestra acción cotidiana. Allí donde sea posible, debemos interpretar el punto de vista anarquista y, consecuentemente, humano.
“En el amor, por ejemplo, no aguardaremos la revolución. Y nos uniremos libremente, despreciando los prejuicios, las barreras, las innumerables mentiras que se nos oponen como obstáculos. He conocido a un hombre, un camarada de ideas. Según las leyes burguesas, él está ‘casado’. Se ha unido a una mujer como consecuencia de una circunstancia pueril, sin amor. En ese momento no conocía nuestras ideas. Empero, él vivió con esa mujer varios años y nacieron hijos. Al vivir junto a ella, no experimentó la satisfacción que hubiera sentido con un ser amado. La vida se volvió fastidiosa, el único medio que unía a los dos seres eran los niños.“Todavía adolescente, ese hombre toma conocimiento con nuestras ideas y nace en él una conciencia. Se convierte en un valiente militante. Se consagra con ardor y con inteligencia a la propaganda. Todo su amor no dirigido a una persona lo ofrenda a su ideal. En el hogar, mientras tanto, la vida continúa con su monotonía, alterada solamente por la alegría de sus pequeños hijos. Ocurrió que las circunstancias nos hicieron encontrar al principio como compañeros de ideas. Nos hablamos, simpatizamos y aprendimos a conocernos. Así fue naciendo nuestro amor. Creímos, al principio, que sería imposible. Él, que había amado sólo en sueños, y yo, que hacía mi entrada a la vida. Cada uno continuó viviendo entre la duda y el amor. El destino –o más bien el amor– hizo lo demás. Abrimos nuestros corazones, y nuestro amor y nuestra felicidad comenzaron a entonar su canción en medio de la lucha y del ideal, que más impulso les dieron aún. Y nuestros ojos, nuestros labios, nuestros corazones se expresaron en la conjuración mágica de un primer beso. Nosotros idealizamos el amor pero llevándolo a la realidad. El amor libre que no conoce barreras ni obstáculos. Esa fuerza creadora que transporta a dos seres por un camino florido, tapizado de rosas –y algunas veces de espinas–pero donde se encuentra siempre la felicidad.
“¿Es que acaso todo el universo no se convierte en un edén cuando dos seres se aman?
“También su mujer –a pesar de su relativo conocimiento–simpatiza con nuestras ideas. Últimamente ella dio pruebas de desprecio hacia los sicarios del orden burgués cuando la policía comenzó a perseguir a mi amigo. Fue así como la esposa de mi compañero y yo hemos llegado a ser amigas. Ella no ignora nada de lo que representa para mí el hombre que vivía a su lado. El sentimiento de afecto fraternal que existía entre ellos le permitió a él confiárselo a ella. Por otra parte, él le dio libertad de actuar como ella lo deseara, tal como corresponde a todo anarquista consciente. Hasta este momento, a decir verdad, hemos vivido una verdadera novela. Nuestro amor se intensificó cada vez más. No podemos vivir completamente en común dada la situación política de mi amigo y el hecho de que debo terminar con mis estudios. Nos encontramos muy seguido en diversos lugares. ¿No es acaso ésa la mejor manera de sublimar el amor alejándolo de las preocupaciones de la vida doméstica? Aunque estoy segura que cuando existe el verdaderoamor, lo más bello es el vivir juntos.
“Esto es lo que quería explicar. Pero he aquí que algunos se han erigido en jueces. Y éstos no se encuentran tanto en la gente común sino más bien entre los compañeros de ideas que se tienen a sí mismos como libres de prejuicios, pero que en el fondo son intolerantes. Uno de ellos sostiene que nuestro amor es una locura; otro señala que la esposa de mi amigo juega el papel de ‘mártir’, pese a que ella no ignora nada de lo que nos concierne, es dueña de su persona y goza de su libertad. Un tercero levanta el ridículo obstáculo económico. Yo soy independiente,como lo es mi amigo. Según todas las probabilidades,me crearé una situación económica personal que me liberará de todas las inquietudes en ese sentido.
“Además, la cuestión de los hijos. ¿Qué tienen que ver los hijos con los sentimientos del corazón? ¿Por qué un hombre que tiene hijos no puede amar? Es como si se dijera que un padre de familia no puede trabajar por la idea, hacer propaganda, etc. ¿Qué prueba puede hacer creer que esos pequeños seres serán olvidados porque su padre me ama? Si el padre olvidara a sus hijos merecería mi desprecio y no existiría más el amor entre nosotros.
“Aquí, en Buenos Aires, ciertos camaradas tienen del amor libre una idea verdaderamente exigua. Se imaginan que sólo consiste en cohabitar sin estar casados legalmente y, mientras tanto, en sus hogares siguen perdurando todas las ridiculeces y los prejuicios que son propios de los ignorantes. En la sociedad burguesa también existe esa clase de uniones que ignoran al registro civil y al cura. ¿Es acaso eso el amor libre?
“Por último, se critica nuestra diferencia de edad simplemente porque yo tengo 16 años y mi amigo 26. Unos me acusan de perseguir una operación comercial; otros me califican de inconsciente. ¡Ah, esos pontífices del anarquismo! ¡Hacer intervenir en el amor el problema de la edad! ¡Como si no fuera suficiente que el cerebro razone para que una persona sea responsable de sus actos! Por otra parte, es un problema mío y si la diferencia de edad no me importa nada a mí, ¿por qué tiene que importarle a los demás? Lo que quiero y amo es la juventud del espíritu, que es eterna.
“Hay también aquellos que nos tratan de degenerados, de enfermos y de otros calificativos de la misma especie. A todos ellos les contesto: ¿por qué? ¿Porque nosotros vivimos la vida en su verdadero sentido, porque rendimos un culto libre al amor? ¿Porque igual a los pájaros que alegran los paseos y los jardines nos amamos sin importarnos los códigos o las falsas morales? ¿Porque somos fieles a nuestros ideales? Yo desprecio a todos los que no pueden comprender lo que es saber amar.
“El amor verdadero es puro. Es un sol cuyos rayos enceguecen a aquellos que no pueden escalar las alturas. A la vida hay que vivirla libremente. Rindamos a la belleza, a los placeres del espíritu, al amor, el culto que ellos se merecen.
“Esto es todo, camarada. Quisiera su opinión sobre mi caso. Sé bien lo que hago y no tengo necesidad de ser aprobada o aplazada. Sólo que al haber leído muchos de sus artículos y al estar de acuerdo con varios puntos de vista, me pondría contenta de conocer su opinión.”
América Scarfó tenía 16 años cuando escribió esta carta, y el amor al que hace referencia no es otro que el de Severino di Giovanni. Acerca de la relación entre ambos, puede consultarse a Bayer, Osvaldo, Severino di Giovanni. El idealista de la violencia, Planeta, Buenos Aires, 1999. Allí, Bayer dice que antes de la carta, “una borrasca había enturbiado la relación de Severino y América. Las críticas de los compañeros, los impedimentos casi insalvables para continuar la relación, su propia situación familiar hacen crisis en América, quien le hará reproches a Severino y le dirá que termina con la relación… Como típica reyerta de enamorados, el reencuentro borrará todo slos problemas y sellará la unión con más fuerza. De ese reencuentro saldrá la carta de América para L’en dehors. Que era una especie de acta que oficializaba los sentimientos hasta ahora retenidos en la intimidad”. Bajo el título de Una experiencia, la carta fue publicada en L’en dehors el 20 de enero de 1929, junto con la respuesta de E. Armand: “Compañera: mi opinión importa poco en la materia de lo que me transmites sobre lo que haces. ¿Estás de acuerdo íntimamente con tu concepción personal de la vida anarquista o no estás de acuerdo? Si estás de acuerdo, ignora los comentarios e insultos de los otros y continúa tu camino. Nadie tiene el derecho de poder juzgar vuestra forma de conducirte, aunen el caso que la esposa de tu amigo fuera hostil a esas relaciones. Toda mujer unida a un anarquista (o viceversa) sabe muy bien que no deberá ejercer sobre él o sufrir de parte de él una dominación de cualquier orden”.
jueves, 10 de julio de 2014
Te quiero en invierno, y tal vez en primavera
Hacía tiempo que la nostalgia de los amores incompletos no impregnaba mi alma de una manera tan abrupta y desgarradora, como la picadura de una avispa que deja su aguijón clavado en la piel, antes de siquiera poder percibirla. De la misma manera, la angustia invade mi cuerpo, haciéndome olvidar el momento exacto en el que comenzó la desgracia, o el instante preciso en el que me enamoré de vos. Cómo si la respuesta a ello, pudiera volver el tiempo atrás y evitar que ésto pasara, o cómo si sirviera de bálsamo para el dolor que me causa amarte, o que me ames. ¿Pero desde cuándo el amor se convirtió en una carga? Tal vez, desde ese momento en que creí jugarme la vida, dejando mi corazón desnudo bajo el cielo oscuro de tu amor. Ese amor cobarde que se encargó de desahuciar dulcemente una parte de mi, aquella que no sabía de miedos, ni de pausas, que podía saltar al vacío sin mirar hacia abajo. Y ya ves, aquí estoy nuevamente intentando racionalizar los sentimientos, dejando salir esa coraza que te pide a gritos que no me quieras, "por favor, no me quieras", como aquella puta enamorada del poeta, que lo invita a volar y luego lo deja caer, y ¿será porque sabe que su manera de amar lastima, o porque impide así, la posibilidad de que él la abandone en pleno vuelo? Todavía no lo sé, pero es esa misma neurosis, la que hace que mi corazón salte de un deseo a otro, buscando siempre quedar insatisfecho, y dejando más de una víctima de este vaivén. Y otra vez aparecen las victimas y los victimarios, los fuertes y los débiles, los que aman y los que dejan que los amen, y también, las dudas, las culpas, los planes de huir, las excusas para alejarte, cómo si pudiera evitar, de alguna manera, que no salgamos heridos, y cómo si tenerte en mi corazón, no fuera ya una herida. Esa herida que me recuerda que estoy viva, en cada mirada, en cada caricia, en cada beso, en cada acto de amor.
lunes, 7 de julio de 2014
El Eterno Retorno
"¿Y si un demonio le dijera que tiene que vivir de nuevo esta vida (la que vive ahora y la que ha vivido siempre) y, además, un número interminable de veces; y que no habrá nada nuevo en ella, sino que volverá a experimentar todos los dolores y alegrías y todas las cosas grandes y pequeñas, todo en la misma sucesión, en la misma secuencia, incluso este viento, y estos árboles, y este esquisto resbaladizo, incluso este cementerio y el espanto, incluso este dulce momento en que usted y yo, cogidos del brazo, murmuramos estas palabras? –Como Breuer permaneciera en silencio, Nietzsche prosiguió––. Imagine que el inmenso reloj de arena de la existencia da vueltas continuamente. Y los dos giramos cada vez como los granos de arena que somos.
Breuer hizo un esfuerzo por entenderle.
–¿Cómo es esta... esta fantasía?
–Es más que una fantasía –insistió Nietzsche–, es más aún que un experimento mental. ¡Escuche mis palabras! ¡Expulse todo lo demás! Piense en el infinito. Mire hacia atrás: imagínese mirando hacia atrás. El tiempo se extiende hacia atrás durante toda la eternidad. Y si el tiempo se extiende hacia atrás, ¿no es posible que lo que pueda pasar haya pasado ya? ¿No es posible que todo lo que ocurre ahora haya sucedido antes? Quienes recorren este sendero, ¿no pueden haberlo recorrido antes? Y si todo ha sucedido antes en el infinito del tiempo, ¿qué piensa usted entonces de este momento, de esta conversación bajo la bóveda de los árboles? ¿No puede esto haber sucedido antes? Y el tiempo que se extiende infinitamente hacia atrás, ¿acaso no puede también extenderse infinitamente hacia delante? ¿No podemos nosotros, en este momento, en todos los momentos, retornar eternamente?
(...)
–¿Sugiere usted ––dijo Breuer– que experimentaré hasta el infinito cada uno de mis actos, cada uno de mis dolores?
–Sí, el eterno retorno significa que cada vez que usted opta por algo, lo hace para toda la eternidad. Y lo mismo sucede con cada acto no realizado, con cada pensamiento abortado, cada elección no tomada. Y toda la vida no vivida permanece dentro de usted, no vivida por toda la eternidad. Y la voz desoída de su conciencia le hablará siempre.
Breuer se sentía mareado: era difícil escuchar. Trató de concentrarse en el inmenso bigote de Nietzsche, que se movía con cada palabra. Como su boca y sus labios quedaban en la oscuridad, no había señales que advirtieran de las próximas palabras. De vez en cuando, su mirada captaba la de Nietzsche, pero era tan penetrante que la desviaba hacia su nariz carnosa pero poderosa, o hacia sus salientes cejas, que semejaban bigotes oculares.
Por fin, Breuer se atrevió a hacer una pregunta.
–Entonces, si lo he entendido bien ,¿el eterno retorno promete una forma de inmortalidad?
–¡No! –exclamó Nietzsche con vehemencia–. Yo enseño que no debe vivirse ni desperdiciarse la vida con la promesa de otra vida futura. Lo inmortal es esta vida, este momento. No hay otra vida, no hay un norte para esta vida, no hay un tribunal apocalíptico donde se nos juzgue. Este momento existe para siempre y usted, sólo usted, es su único público. –Breuer se estremeció. A medida que las implicaciones espeluznantes de la propuesta de Nietzsche se aclaraban, dejó de resistirse y se sumió en un estado de extraña concentración–. Insisto, Josef, en que permita que este pensamiento se apodere de usted. Tengo una pregunta que hacerle: ¿qué le parece la idea? ¿Le resulta abominable? ¿O le gusta?
–¡Me parece abominable! ––exclamó Breuer, casi gritando––. Vivir para siempre con la sensación de que no he vivido, de que no he conocido la libertad, es una idea que me llena de espanto.
–Entonces –lo exhortó Nietzsche–, viva de manera que le permita aceptar la idea con placer.
–Lo que acepto con placer en este momento, Friedrich, es pensar que he cumplido con mi deber hacia los demás.
–¿Su deber? ¿Acaso el deber puede ser superior a su amor por usted mismo y a su búsqueda de la libertad incondicional? Si no ha llegado a ser usted mismo, el deber del que habla no es más que un eufemismo: el uso que ha hecho de los demás para su propio beneficio.
Breuer se armó de energía para otra refutación.
–Existe el deber hacia los demás y yo he sido fiel a ese deber. En esto, al menos, tengo el coraje de mis convicciones.
–Mejor, mucho mejor, Josef, sería tener el coraje de cambiar sus convicciones. El deber y la fidelidad son falsedades, cortinajes tras los que ocultarse. La autoliberación implica un no sagrado, incluso ante el deber. –Breuer, asustado, clavó la mirada en los ojos de Nietzsche–. Usted quiere llegar a ser usted mismo –siguió diciendo Nietzsche–. ¿Cuántas veces se lo he oído decir? ¿Cuántas veces se ha lamentado de no haber conocido la libertad? Su bondad, su deber, su fidelidad, son los barrotes de su prisión. Estas pequeñas virtudes ocasionarán su muerte. Debe aprender a conocer su propia maldad. No puede ser parcialmente libre: sus instintos también ansían la libertad. Esos perros salvajes ocultos en el sótano, ellos también ladran reclamando ser libres. Escuche ,¿no los oye?
–Pero no puedo ser libre –dijo Breuer, implorante–. He hecho promesas matrimoniales sagradas. Tengo obligaciones con respecto a mis hijos, mis discípulos, mis pacientes.
–Para formar hijos primero debe formarse a si mismo. De lo contrario, recurrirá a ellos cuando tenga una necesidad animal, o se sienta solo, o necesite tapar los agujeros de sus remiendos. Su tarea como padre no es presentar otro yo, otro Josef, sino algo superior. Su deber es producir un creador. –Tras un instante de silencio, Nietzsche siguió hablando, inexorable–. ¿Y su esposa? ¿Acaso no está encarcelada por este matrimonio? El matrimonio no debería ser una prisión, sino un jardín en el que se cultive algo superior. Puede que la única manera de salvar su matrimonio sea renunciar a él.
–He hecho promesas sagradas.
–El matrimonio es algo grande. Es algo grande ser siempre dos personas, permanecer siempre enamorados. Sí, el matrimonio es sagrado. Y sin embargo... –La voz de Nietzsche se desvaneció.
¿Y sin embargo? –preguntó Breuer.
–El matrimonio es sagrado. Sin embargo –dijo Nietzsche con aspereza–, ¡es mejor romper con el matrimonio que ser roto por él!
Breuer cerró los ojos y se hundió en sus pensamientos. Ninguno de los dos habló durante el resto del viaje."
Breuer hizo un esfuerzo por entenderle.
–¿Cómo es esta... esta fantasía?
–Es más que una fantasía –insistió Nietzsche–, es más aún que un experimento mental. ¡Escuche mis palabras! ¡Expulse todo lo demás! Piense en el infinito. Mire hacia atrás: imagínese mirando hacia atrás. El tiempo se extiende hacia atrás durante toda la eternidad. Y si el tiempo se extiende hacia atrás, ¿no es posible que lo que pueda pasar haya pasado ya? ¿No es posible que todo lo que ocurre ahora haya sucedido antes? Quienes recorren este sendero, ¿no pueden haberlo recorrido antes? Y si todo ha sucedido antes en el infinito del tiempo, ¿qué piensa usted entonces de este momento, de esta conversación bajo la bóveda de los árboles? ¿No puede esto haber sucedido antes? Y el tiempo que se extiende infinitamente hacia atrás, ¿acaso no puede también extenderse infinitamente hacia delante? ¿No podemos nosotros, en este momento, en todos los momentos, retornar eternamente?
(...)
–¿Sugiere usted ––dijo Breuer– que experimentaré hasta el infinito cada uno de mis actos, cada uno de mis dolores?
–Sí, el eterno retorno significa que cada vez que usted opta por algo, lo hace para toda la eternidad. Y lo mismo sucede con cada acto no realizado, con cada pensamiento abortado, cada elección no tomada. Y toda la vida no vivida permanece dentro de usted, no vivida por toda la eternidad. Y la voz desoída de su conciencia le hablará siempre.
Breuer se sentía mareado: era difícil escuchar. Trató de concentrarse en el inmenso bigote de Nietzsche, que se movía con cada palabra. Como su boca y sus labios quedaban en la oscuridad, no había señales que advirtieran de las próximas palabras. De vez en cuando, su mirada captaba la de Nietzsche, pero era tan penetrante que la desviaba hacia su nariz carnosa pero poderosa, o hacia sus salientes cejas, que semejaban bigotes oculares.
Por fin, Breuer se atrevió a hacer una pregunta.
–Entonces, si lo he entendido bien ,¿el eterno retorno promete una forma de inmortalidad?
–¡No! –exclamó Nietzsche con vehemencia–. Yo enseño que no debe vivirse ni desperdiciarse la vida con la promesa de otra vida futura. Lo inmortal es esta vida, este momento. No hay otra vida, no hay un norte para esta vida, no hay un tribunal apocalíptico donde se nos juzgue. Este momento existe para siempre y usted, sólo usted, es su único público. –Breuer se estremeció. A medida que las implicaciones espeluznantes de la propuesta de Nietzsche se aclaraban, dejó de resistirse y se sumió en un estado de extraña concentración–. Insisto, Josef, en que permita que este pensamiento se apodere de usted. Tengo una pregunta que hacerle: ¿qué le parece la idea? ¿Le resulta abominable? ¿O le gusta?
–¡Me parece abominable! ––exclamó Breuer, casi gritando––. Vivir para siempre con la sensación de que no he vivido, de que no he conocido la libertad, es una idea que me llena de espanto.
–Entonces –lo exhortó Nietzsche–, viva de manera que le permita aceptar la idea con placer.
–Lo que acepto con placer en este momento, Friedrich, es pensar que he cumplido con mi deber hacia los demás.
–¿Su deber? ¿Acaso el deber puede ser superior a su amor por usted mismo y a su búsqueda de la libertad incondicional? Si no ha llegado a ser usted mismo, el deber del que habla no es más que un eufemismo: el uso que ha hecho de los demás para su propio beneficio.
Breuer se armó de energía para otra refutación.
–Existe el deber hacia los demás y yo he sido fiel a ese deber. En esto, al menos, tengo el coraje de mis convicciones.
–Mejor, mucho mejor, Josef, sería tener el coraje de cambiar sus convicciones. El deber y la fidelidad son falsedades, cortinajes tras los que ocultarse. La autoliberación implica un no sagrado, incluso ante el deber. –Breuer, asustado, clavó la mirada en los ojos de Nietzsche–. Usted quiere llegar a ser usted mismo –siguió diciendo Nietzsche–. ¿Cuántas veces se lo he oído decir? ¿Cuántas veces se ha lamentado de no haber conocido la libertad? Su bondad, su deber, su fidelidad, son los barrotes de su prisión. Estas pequeñas virtudes ocasionarán su muerte. Debe aprender a conocer su propia maldad. No puede ser parcialmente libre: sus instintos también ansían la libertad. Esos perros salvajes ocultos en el sótano, ellos también ladran reclamando ser libres. Escuche ,¿no los oye?
–Pero no puedo ser libre –dijo Breuer, implorante–. He hecho promesas matrimoniales sagradas. Tengo obligaciones con respecto a mis hijos, mis discípulos, mis pacientes.
–Para formar hijos primero debe formarse a si mismo. De lo contrario, recurrirá a ellos cuando tenga una necesidad animal, o se sienta solo, o necesite tapar los agujeros de sus remiendos. Su tarea como padre no es presentar otro yo, otro Josef, sino algo superior. Su deber es producir un creador. –Tras un instante de silencio, Nietzsche siguió hablando, inexorable–. ¿Y su esposa? ¿Acaso no está encarcelada por este matrimonio? El matrimonio no debería ser una prisión, sino un jardín en el que se cultive algo superior. Puede que la única manera de salvar su matrimonio sea renunciar a él.
–He hecho promesas sagradas.
–El matrimonio es algo grande. Es algo grande ser siempre dos personas, permanecer siempre enamorados. Sí, el matrimonio es sagrado. Y sin embargo... –La voz de Nietzsche se desvaneció.
¿Y sin embargo? –preguntó Breuer.
–El matrimonio es sagrado. Sin embargo –dijo Nietzsche con aspereza–, ¡es mejor romper con el matrimonio que ser roto por él!
Breuer cerró los ojos y se hundió en sus pensamientos. Ninguno de los dos habló durante el resto del viaje."
domingo, 6 de julio de 2014
El elefante y la paloma
México, 1953
Sr. mío Don Diego:
Escribo esto desde el cuarto de un hospital y en la antesala del quirófano. Intentan apresurarme pero yo estoy resuelta a terminar esta carta, no quiero dejar nada a medias y menos ahora que sé lo que planean, quieren herirme el orgullo cortándome una pata… Cuando me dijeron que habrían de amputarme la pierna no me afectó como todos creían, NO, yo ya era una mujer incompleta cuando le perdí, otra vez, por enésima vez quizás y aún así sobreviví.
No me aterra el dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente a mi ser, aunque sí te confieso que sufrí, y sufrí mucho, la vez, todas las veces que me pusiste el cuerno…no sólo con mi hermana sino con otras tantas mujeres…¿Cómo cayeron en tus enredos? Tú piensas que encabrone por lo de Cristina pero hoy he de confesarte que no fue por ella, fue por ti y por mi, primero por mi porque nunca he podido entender ¿qué buscabas, qué buscas, qué te dan y qué te dieron ellas que yo no te di? Porqué no nos hagamos pendejos Diego, yo todo lo humanamente posible te lo di y lo sabemos, ahora bien, cómo carajos le haces para conquistar a tanta mujer si estás tan feo hijo de la chingada…
Bueno el motivo de esta carta no es para reprocharte más de lo que ya nos hemos reprochado en esta y quién sabe cuántas pinches vidas más, es sólo que van a cortarme una pierna (al fin se salió con la suya la condenada)… Te dije que yo ya me hacía incompleta de tiempo atrás, pero ¿qué puta necesidad de que la gente lo supiera? Y ahora ya ves, mi fragmentación estará a la vista de todos, de ti… Por eso antes que te vayan con el chisme te lo digo yo “personalmente”, disculpa que no me pare en tu casa para decírtelo de frente pero en éstas instancias y condiciones ya no me han dejado salir de la habitación ni para ir al baño. No pretendo causarte lástima, a ti ni a nadie, tampoco quiero que te sientas culpable de nada, te escribo para decirte que te libero de mí, vamos, te “amputo” te mi, sé feliz y no me busques jamás. No quiero volver a saber de ti ni que tú sepas de mí, si de algo quiero tener el gusto antes de morir es de no volver a ver tu horrible y bastarda cara de malnacido rondar por mi jardín.
Es todo, ya puedo ir tranquila a que me mochen en paz.
Se despide quien le ama con vehemente locura,
Su Frida
Sr. mío Don Diego:
Escribo esto desde el cuarto de un hospital y en la antesala del quirófano. Intentan apresurarme pero yo estoy resuelta a terminar esta carta, no quiero dejar nada a medias y menos ahora que sé lo que planean, quieren herirme el orgullo cortándome una pata… Cuando me dijeron que habrían de amputarme la pierna no me afectó como todos creían, NO, yo ya era una mujer incompleta cuando le perdí, otra vez, por enésima vez quizás y aún así sobreviví.
No me aterra el dolor y lo sabes, es casi una condición inmanente a mi ser, aunque sí te confieso que sufrí, y sufrí mucho, la vez, todas las veces que me pusiste el cuerno…no sólo con mi hermana sino con otras tantas mujeres…¿Cómo cayeron en tus enredos? Tú piensas que encabrone por lo de Cristina pero hoy he de confesarte que no fue por ella, fue por ti y por mi, primero por mi porque nunca he podido entender ¿qué buscabas, qué buscas, qué te dan y qué te dieron ellas que yo no te di? Porqué no nos hagamos pendejos Diego, yo todo lo humanamente posible te lo di y lo sabemos, ahora bien, cómo carajos le haces para conquistar a tanta mujer si estás tan feo hijo de la chingada…
Bueno el motivo de esta carta no es para reprocharte más de lo que ya nos hemos reprochado en esta y quién sabe cuántas pinches vidas más, es sólo que van a cortarme una pierna (al fin se salió con la suya la condenada)… Te dije que yo ya me hacía incompleta de tiempo atrás, pero ¿qué puta necesidad de que la gente lo supiera? Y ahora ya ves, mi fragmentación estará a la vista de todos, de ti… Por eso antes que te vayan con el chisme te lo digo yo “personalmente”, disculpa que no me pare en tu casa para decírtelo de frente pero en éstas instancias y condiciones ya no me han dejado salir de la habitación ni para ir al baño. No pretendo causarte lástima, a ti ni a nadie, tampoco quiero que te sientas culpable de nada, te escribo para decirte que te libero de mí, vamos, te “amputo” te mi, sé feliz y no me busques jamás. No quiero volver a saber de ti ni que tú sepas de mí, si de algo quiero tener el gusto antes de morir es de no volver a ver tu horrible y bastarda cara de malnacido rondar por mi jardín.
Es todo, ya puedo ir tranquila a que me mochen en paz.
Se despide quien le ama con vehemente locura,
Su Frida
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