domingo, 1 de enero de 2012

Dame tu libertad

Dame tu libertad. 
No quiero tu fatiga, 
no, ni tus hojas secas, 
tu sueño, ojos cerrados. 
Ven a mí desde ti, 
no desde tu cansancio 
de ti. Quiero sentirla. 
Tu libertad me trae, 
igual que un viento universal, 
un olor de maderas 
remotas de tus muebles, 
una bandada de visiones 
que tú veías 
cuando en el colmo de tu libertad 
cerrabas ya los ojos. 
¡Qué hermosa tú libre y en pie! 
Si tú me das tu libertad me das tus años 
blancos, limpios y agudos como dientes, 
me das el tiempo en que tú la gozabas. 
Quiero sentirla como siente el agua 
del puerto, pensativa, 
en las quillas inmóviles 
el alta mar. La turbulencia sacra. 
Sentirla, 
vuelo parado, 
igual que en sosegado soto 
siente la rama 
donde el ave se posa, 
el ardor de volar, la lucha terca 
contra las dimensiones en azul. 
Descánsala hoy en mí: la gozaré 
con un temblor de hoja en que se paran 
gotas del cielo al suelo. 
La quiero 
para soltarla, solamente. 
No tengo cárcel para ti en mi ser. 
Tu libertad te guarda para mí. 
La soltaré otra vez, y por el cielo, 
por el mar, por el tiempo, 
veré cómo se marcha hacia su sino. 
Si su sino soy yo, te está esperando.

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