martes, 14 de junio de 2011

Una despedida

Tarde que socavó nuestro adiós.
Tarde acerada y deleitosa y monstruosa como un 
ángel oscuro.
Tarde cuando vivieron nuestros labios en la desnuda 
intimidad de los besos.
El tiempo inevitable se desbordaba sobre el abrazo inútil.
Prodigábamos pasión juntamente, no para nosotros 
sino para la soledad ya inmediata.
Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.
Fuimos hasta la verja en esa gravedad de la sombra 
que ya el lucero alivia.
Como quien vuelve de un perdido prado yo volví de 
tu abrazo.
como quien vuelve de un país de espadas yo volví 
de tus lágrimas.
Tarde que dura vívida como un sueño
entre las otras tardes.
Después yo fui alcanzando y rebasando
noches y singladuras.

2 comentarios:

Flowers dijo...

Nos rechazó la luz; la noche había llegado con urgencia.


A esa frase la amo hace poco más de cuatro años, me trajo un recuerdo muy especial.

Libres y Salvajes dijo...

y terminas desagrrado, en rincones con fantasmas que aparecen, reaparecen, dan vueltas, no se van, no te dejas, te recuerdan todo eso que no dijiste, las despedidas pueden ser luz y no oscuridad