(...) Por primera vez tomo conciencia de mi desamparo, por primera vez me digo, y se lo digo, que con ella puedo ser mucho, y que con ella no seré nada. Responde que sin mí ella tampoco será nada, pero que no hay que obligar al azar. “Ves como nos separamos y él viene y nos junta. Quien puede saber lo que vendrá. A lo mejor yo me caso, y vos también, por tu lado. No hay que prometer nada porque las promesas son horribles ataduras, y cuando uno se siente amarrado tiende a liberares, eso es fatal. (...)