lunes, 29 de octubre de 2012

Amores inconclusos

Los amores inconclusos no pueden ser extirpados de la memoria por un acto de voluntad. En ella perduran para siempre, en su luz melancólica, como si estuvieran preservados en ámbar, intactos y anhelantes. Quienes los han padecido saben que es inevitable cavilar, no sin temor, con la posibilidad de su rebrote, no importa cuán tortuoso y turbio haya sido el motivo del cisma o la envergadura de lo que fuera irrealizable. A los amores inconclusos se los espera, largamente, casi sin esperanza.

domingo, 21 de octubre de 2012

Un mundo sin miedo

¿Qué sería de los gobernantes sin el miedo de los pueblos, qué sería de los economistas sin el miedo de los consumistas, qué sería de los asesinos sin el miedo de las victimas, qué sería de los políticos sin el miedo de los ciudadanos, qué seria de la injusticia sin el miedo de la justicia, qué sería de los ricos sin el miedo de los pobres, qué sería de los medios de comunicación sin el miedo de los televidentes, qué sería de la iglesia sin el miedo de los creyentes, qué sería de las enfermedades sin el miedo de la salud, qué sería de las cadenas sin el miedo de la libertad, qué sería del ego sin el miedo del amor, qué sería de la muerte sin el miedo de la vida?

domingo, 14 de octubre de 2012

Eterno retorno de un amor no correspondido

Te despiertas cada día deseando seguir en el sueño profundo, no tener que abrir los ojos y enfrentarte nuevamente a ese suicido permanente que has elegido vivir, como si fuera algún castigo divino con que los dioses te han maldecido. Evitas pensar en ese amor que nunca pudo ser, intentas ocultar tus deseos y pasiones, niegas lo que sientes rotundamente. Otra vez, te miras al espejo y te das cuenta que todo es en vano, nada hará que desaparezca realmente lo que ocultas en tu ser, entonces te prometes tomar coraje y saltar a ese vacío, no tan vacío, y en ese mismísimo instante, vuelve a aparecer el miedo que te inmoviliza y te regresa a tu cautiverio

miércoles, 3 de octubre de 2012

Ándele

1)Como una carretilla de pedruscos 
cayéndole en la espalda, vomitándole
su peso insoportable,
así le cae el tiempo a cada despertar.

Se quedó atrás, seguro, ya no puede 
equiparar las cosas y los días,
cuando consigue contestar las cartas
y alarga el brazo hacia ese libro o ese disco,
suena el teléfono: a las nueve esta noche,
llegaron compañeros con noticias,
tenés que estar sin falta, viejo,

o es Claudine que reclama su salida o su almohada, 
o Roberto con depre, hay que ayudarlo,
o simplemente las camisas sucias
amontonándose en la bañadera
como los diarios, las revistas, 

y ese ensayo de Foucault, y la novela 
de Erica Jong y esos poemas
de Sigifredo sin hablar de mil
trescientos grosso modo libros discos y películas,
más el deseo subrepticio de releer Tristram Shandy,
Zama, La vida breve, El Quijote, Sandokán,
y escuchar otra vez todo Mahler o Delius
todo Chopin todo Alban Berg,
y en la cinemateca Metrópolis, King Kong,
La barquera María, La edad de oro —Carajo,

la carretilla de la vida 
con carga para cinco décadas, con sed
de viñedos enteros, con amores
que inevitablemente superponen
tres, cinco, siete mundos
que debieran latir consecutivos
y en cambio se combaten simultáneos
en lo que llaman poligamia y que tan sólo
es el miedo a perder tantas ventanas
sobre tantos paisajes, la esperanza
de un horizonte entero—

2)
Hablo de mí, cualquiera se da cuenta, 
pero ya llevo tiempo (siempre tiempo)
sabiendo que en el mí estás vos también,
y entonces:
No nos alcanza el tiempo, 
o nosotros a él,
nos quedamos atrás por correr demasiado,
ya no nos basta el día
para vivir apenas media hora.

3)
El futuro se escinde, Maquiavelo:
el más lejano tiene un nombre, muerte,
y el otro, el inmediato, carretilla.

¿Cómo puede vivirse en un presente 
apedreado de lejos? No te queda
más que fingir capacidad de aguante:
agenda hora por hora, la memoria
almacenando en marzo los pagarés de junio,
la conferencia prometida,
el viaje a Costa Rica, la planilla de impuestos,
Laura que llega el doce,
un hotel para Ernesto,
no olvidarse de ver al oftalmólogo,
se acabó el detergente,
habrá que reunirse
con los que llegan fugitivos
de Uruguay y Argentina,
darle una mano a esa chiquita
que no conoce a nadie en Amsterdam,
buscarle algún laburo a Pedro Sáenz,
escucharle su historia a Paula Flores
que necesita repetir y repetir
cómo acabaron con su hijo en Santa Fe.

Así se te va el hoy 
en nombre de mañana o de pasado,
así perdés el centro
en una despiadada excentración
a veces útil, claro,
útil para algún otro, y está bien.

Pero vos, de este lado de tu tiempo, 
¿cómo vivís, poeta?,
¿cuánta nafta te queda para el viaje
que querías tan lleno de gaviotas?

4)
No se me queje, amigo, 
las cosas son así y no hay vuelta.
Métale a este poema tan prosaico
que unos comprenderán y otros tu abuela,
dése al menos el gusto
de la sinceridad y al mismo tiempo
conteste esa llamada, sí, de acuerdo,
el jueves a las cuatro,
de acuerdo, amigo Ariel,
hay que hacer algo por los refugiados.

5)
Pero pasa que el tipo es un poeta
y un cronopio a sus horas,
que a cada vuelta de la esquina
le salta encima el tigre azul,
un nuevo laberinto que reclama
ser relato o novela o viaje a Islandia,
(ha de ser tan traslúcida la alborada en Islandia,
se dice el pobre punto en un café de barrio)
Le debe cartas necesarias a Ana Svensson,
le debe un cuarto de hora a Eduardo, y un paseo
a Cristina, como el otro
murió debiéndole a Esculapio un gallo,
como Chénier en la guillotina,
tanta vida esperándolo, y el tiempo
de un triángulo de fierro solamente
y ya la nada. Así, el absurdo
de que el deseo se adelante
sin que puedas seguirlo, pies de plomo,
la recurrente pesadilla diurna
del que quiere avanzar y lo detiene
el pegajoso cazamoscas del deber.
la rémora del diario 
con las noticias de Santiago mar de sangre,
con la muerte de Paco en la Argentina,
con la muerte de Orlando, con la muerte
y la necesidad de denunciar la muerte
cuando es la sucia negación, cuando se llama
Pinochet y López Rega y Henry Kissinger.
(Escribiremos otro día el poema,
vayamos ahora a la reunión, juntemos unos pesos,
llegaron compañeros con noticias,
tenés que estar sin falta, viejo.)

6)
Vendrán y te dirán (ya mismo, en esta página)
sucio individualista,
tu obligación es darte sin protestas,
escribir para el hoy para el mañana
sin nostalgias de Chaucer o Rig Veda,
sin darle tiempo a Raymond Chandler o Duke Ellington,
basta de babosadas de pequeñoburgués,
hay que luchar contra la alienación ya mismo,
déjate de pavadas,
elegí entre el trabajo partidario
o cantarle a Gardel.

7)
Dirás, ya sé, que es lamentarse al cuete 
y tendrás la razón más objetiva.
Pero no es para vos que escribo este prosema,
lo hago pensando en el que arrima el hombro
mientras se acuerda de Rubén Darío
o silba un blues de Big Bill Broonzy.

Así era Roque Dalton, que ojalá 
me mirara escribir por sobre el hombro
con su sonrisa pajarera,
sus gestos de cachorro, la segura
bella inseguridad del que ha elegido
guardar la fuerza para la ternura
y tiernamente gobernar su fuerza.
Así era el Che con sus poemas de bolsillo,
su Jack London llenándole el vivac
de buscadores de oro y esquimales,
y eran también así
los muchachos nocturnos que en La Habana
me pidieron hablar, Marcia Leiseca
llevándome en la sombra hasta un balcón
donde dos o tres manos apretaron la mía
y bocas invisibles me dijeron amigo,
cuando allá donde estamos nos dan tregua,
nos hacen bien tus cuentos de cronopios,
no más queríamos decírtelo, hasta pronto—

8)
Esto va derivando hacia otra cosa, 
es tiempo de ajustarse el cinturón:
zona de turbulencia.

Nairobi, 1976